jueves, 24 de mayo de 2012




¿Tienes un crucifijo?
¿Cómo te comportas con él?
Nunca lo dejes.

Colócalo en tu mesa cuando escribas, colócalo en tu lugar de trabajo, para mirarlo de vez en cuando. Al dormir, déjalo al lado de tu cama. 

Nada hay más importante que la Eucaristía ....


No se puede estar siempre a los pies de la cruz o en misa.


Pero siempre se puede llevar consigo la imagen del Señor, y esta imagen te dirá muchas cosas.


Si en la mañana al levantarte, besas tu crucifijo con amor y prometes a Nuestro Señor Jesucristo llevar su cruz durante el día.
Si en tu oración tienes la cruz entre tus manos ...


Si para fortalecer tu fe pones a menudo la mano sobre tu crucifijo.


Si recurres a Él en los momentos de angustia, de pena, de lucha, de tentación.
Si en el momento de salir a servir a tus hermanos haces una oración frente a Él, recordando que es siempre a Jesucristo a quién vas a servir en la persona de los pobres y de los más pequeños.


Si en el momento de hacer penitencia, besas la Cruz que es la fuente de la Vida de la Iglesia ...


Si al atardecer, le das cuenta de tu jornada, de tu orgullo delante de su abatimiento, de tus vanidades frente a sus humillaciones, de tu cobardía delante de sus angustias, de tu pereza frente al sudor de sangre que cubre su cuerpo divino, de tu egoísmo frente a su amor infinito, de tu impaciencia, de tus despechos, de tu falta de caridad frente a la larga espera de su Corazón Amante.


Si logras comportarte así con el crucifijo, me parece difícil que Él no llegue a ser para ti un amigo, un confidente.


Jesús el Señor, te amará, te instruirá, te fortificará a través de su imagen y, en un diálogo más continuado a tu Dios por este intermediario mudo sentirás la transformación de tu vida. No serán solamente la madera, el metal o el yeso que reproducirán para ti los rasgos del Salvador, ello se grabarán de modo muy vivo en tu vida. Sentirás la acción más inmediata de Aquel que por ti fue clavado en la cruz.
Querrás transformarte en Él y decir, como San Pablo:
"Él vivir, para mí, es Jesucristo".


Y tu vida, tomando un nuevo carácter, te descubrirá nuevos horizontes en la ciencia cristiana, si te dejas llevar por el amor.


Toda la vida, toda la ciencia, toda la felicidad, se resumirán para ti en estas dos palabras: "Jesucristo crucificado".


Te confieso, con toda sencillez, que el mejor momento para mí es sobre todo en la noche, antes de dormirme. No se necesita mucho esfuerzo para ponerse a pensar en este Buen Maestro, cuya imagen se tiene en las manos. Se le pide perdón por las tonterías y, de repente, uno se asombra de este perdón que cae de lo alto de la Cruz; se piensa en el mal que el pecado le ha causado, en el tiempo que hemos perdido, en las gracias que se han recibido.


Se le agradece por sus bendiciones. Se le hacen promesas. Se avergüenza uno al estar en buena cama, cuando Él murió en el suplicio (y muchos hombres siguen muriendo en las torturas y la extrema pobreza). Uno se anima a amarlo y repara el tiempo perdido. Se adora a Dios Padre presentándole a su Hijo. Se invoca al Espíritu Santo que Él nos envió. Se ruega por la Iglesia que nació en el Calvario. Se avergüenza uno de ser tan mal cristiano. Pero enseguida se adquiere el valor con la seguridad del amor y el poder de Dios ... y, si no llega el sueño, el tiempo se hace corto ...


He aquí algunas ideas que, según mi deseo, te conducirán a una unión más íntima con tu Crucifijo. Él te hará presente a Jesucristo en el espíritu y en el corazón.



¿Qué más puedes pedir?

Ruega a la Virgen Santa que te enseñe a amar a su hijo Jesús.
Que la Cruz sea tu bien, tu esperanza, tu vida, tu recompensa.

Padre Manuel d'Alzon.
Carta del 21 de Junio de 1857.

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